domingo, 27 de octubre de 2013

Las palabras se las lleva el viento


Las palabras se las lleva el viento

Estos días tengo pocas ganas  de hablar, quizá pensaba que hablar se había convertido en una rutina sin sentido, cuando hablas y nadie recuerda lo que dices, y nadie escucha las palabras que salen de tu boca. Por qué difícilmente pueden  recordar lo que dices, si ni siquiera escucharon lo que hablabas. Pues como iba diciendo, no tengo ganas de hablar.

A veces he creído que tenía cosas que decir y esperaba, e imaginaba el momento adecuado para contarlo. El momento podía ser romántico, sensible, práctico o solo un momento, y ya. Nos vemos, hablamos, e incluso puede que ni escuchamos ni nos veamos. Es una paradoja de la vida, habla y veo y no escucho  ni miro. Por lo tanto he perdido las ganas de contarte mi historia, de contarte quién soy. Porque no soy la persona que se espera de mí, porque no seré la persona que imaginaste.

La vida y la muerte me están desgastando. Autor, Mo Yan (Premio Nobel).

Esta misma mañana terminé una docena de hojas que quedaron sin leer ayer noche. Puedo decir que el libro es sorprendente, largo, contagioso, excesivo en ocasiones y vital, especialmente vital.

Es una sátira divertida que la academia sueca valoró con el nombre de “realismo alucinatorio”, me ha encantado y porque no decirlo me ha alucinado. Era fácil decirlo con esas expresiones tan matizadas que se utiliza en la academia, es fácil sentirse arrastrado por las palabras que ganan la batalla de la literatura sobre la política.

Y olvidaba decir que MO Yan, pseudónimo de Guan MoYe quiere decir “no hables” ¡¡¡ que coincidencias tiene la vida¡¡¡

Aquel día no tenía deseos de hablar




Hoy es la primera vez, es un comienzo, como lo son casi todos los días para mí.  Muchas personas se acuerdan de su primer día en el trabajo o de su primera vez. Si preguntas si recuerdan la primera vez que les dieron un beso, me refiero a un beso apasionado, no un beso superficial o quizá incómodo, pues la mayoría lo recuerdan con todo tipo de detalles; y no digo cuando te describen la primera vez que hicieron el amor con fulanito o menganita, yo no. Mi primer día en el trabajo, pues tampoco lo recuerdo. Yo principalmente recuerdo, el último día o la última vez. He pensado que a lo mejor es que soy algo desmemoriada, y  no es por eso. Quizá por tanto se deba a otra razón. Y estos días me he propuesto descubrir la causa por la cual, no recuerdo el primer día o la primera vez con el entusiasmo  con el que lo hacen los demás.

Sería bueno pensar en algo que me gusta, o que me resulta interesante, o que cambió algo de mi vida, o incluso que le puso rumbo, de ese modo descubriría el primer momento que disfruté de ese sentimiento que me acompaña, que forma parte de mi personalidad, y me pongo a ello.

Una de las cosas con las que disfruto mucho, es paseando cerca del mar, me ha gustado desde siempre. No recuerdo la primera vez que vi el mar, no lo recuerdo, no recuerdo lo que sentí cuando contemplé esa inmensidad de agua que respeto y valoro. Decido por tanto buscar otra cosa, y pienso en que me gustan los animales, siempre he tenido  perro. Pues no recuerdo cual fue el primer perro que vivía en casa de mis padres cuando yo era pequeña. Y si recuerdo a Roli, Keti, Coki, Lorna, Rati, Chipa, Pepe….. y si recuerdo como eran, sus manías y sus habilidades, eran perros estupendos, pero no recuerdo cual fue el primero porque  hubo un primer no cabe duda . Y he seguido dando vueltas a estos recuerdos sobre cosas importantes y costumbres que formar el carácter y entre ese pensamiento y muchos otros cayó en mis manos un libro, que se titula “El último encuentro” de Sánder Márai, ésta estupendo, pensé en ese momento. La novela plantea la búsqueda de la verdad como una fuerza liberadora, como un soporte ético imprescindible sin el cual las personas no pueden vivir. Los protagonistas recuerda detalles esenciales de su vida, recuerdan la primera vez de todos los aspectos que formaron su mundo, y  describen un ayer lleno de emoción y nostalgia, y lo describen acunándolo como si fuera el timón que les llevará hacia el mañana, que será el hoy de su último encuentro.

Quizá necesitaría llegar a una edad avanzada para poder hacer esa revisión tan exacta de mi vida. Y sinceramente creo que no, que yo ni llegando a la vejez, recuerdo con esa exactitud casi científica lo detalles vitales.  

Yo recuerdo el último beso, y la última vez que pasee cerca del mar como si fuera la primera vez que lo veía, el último día que comimos todos juntos y que no celebramos nada, únicamente  que  estábamos juntos. ¿Y por qué razón no recuerdo con ese entusiasmo lo que todos describen con tanto deleite? Y ya lo sé, lo he descubierto. He sabido que el mar inmenso estaba presente aunque yo no lo hubiera visto nunca, que la persona que está a mi lado estuvo siempre aunque no la hubiera conocido hasta muchos años después, que a todos mis perros los quiero como si fueran únicos. Por tanto lo que habitualmente hago es levantarme y pensar que hoy es el primer día y a la vez el último. Y hoy es el primer día que escribo en mi blog y espero que no sea el último.